Cuenta la leyenda que tres reyes orientales contemplaban satisfechos sus posesiones terrenales. Una noche clara y fría que metía oscuridad en las ventanas ojivales de los astrónomos reales ofreció una gran sorpresa a sus tres majestades. Cuenta la leyenda que observaron una estrella como antes nunca habían visto; enorme, con estela. Cuenta la leyenda que emprendieron una ruta detrás de ella. Cuenta la leyenda que aún ahora se pasean por terrazas los tres reyes, por balcones y ventanas. Que reciben muchas cartas. Que se pasean por la Tierra, regalando muchas cosas a los niños y las niñas, hijos e hijas de nobles adinerados y burgueses. Y se olvidan, cuenta la leyenda, de los regalos para aquellos que carecen de terrazas, de balcones y ventanas, para aquellos que incluso carecen de deseos y de casas. Para los que no saben que es posible escribir cartas. Para aquellos que han nacido traicionados por la suerte.
Y se olvidan, cuenta la leyenda, de los regalos esos reyes magos para los desafortunados.
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